El agua corre
por las alcantarillas, y –aunque desaparece rápidamente- no muere: se
transforma, se transfiere, aunque no
evoluciona (si acaso eso importa). El agua de Florida es intensa (creo) pero no
consistente ni concreta. Me refiero al agualluvia, no se me ocurre evocar otra.
Quien haya dicho
que el agua es insípida nunca ha bebido agua, no se ha mojado, no se le ha
arrugado la piel de tanta agua…no ha devenido escama.
Porque el agua con tiempo se las trae, es doña agua…EL agua, tan macha,
ella: la reposada, la amainada.
El agua no calumnia, para que sepas, agacha su moño el agua, y es tan
fácil meterse bajo su ala, que es como una enagua infinita pero que no vuela
(levita). Es engañosa la señora agua, el señor agua: agua que no mancha, en
definitiva.
Y cuando tengo rollo ahí llega el agua y se arrima. Sale de mis ojos,
así como en tiritas de gotario. Y cuando lloro mucho el agua me quema, quema de
a poquito y me delata. Elaguacircula por mi sistema, fría el agua que me
recorre las tripas y a veces (solo a veces) me calma. Otras veces me engaña, y
me hace una finta para ganar tiempo y tomarse mi vejiga…entonces me deja el
agua. Porque así es elagua.
Cuando oigo el agua imagino el acuario, no las olas ni las cascadas:
unagua urbana, unagua domo, una agua geodésica y agrandada. La sirena-agua
nocturna sabe a oscuridad y a insomnio. Esa agua que premeditadamente es luz
amarilla de lámpara verde, o arcoírica. Agua ácida, inquieta, molestosa: agua
que no calma. Agua que da sed, agua que quema en cámara lenta.
Las letras que escupo se juntan en gotas, gotas como imanes de la
resistencia que aspiran a palabras. Quién sabe si les dé la fuerza o la
gravedad (de la situación) para hacerse charco-idea o furia de río (que en
léxico acuático equivale a una stanza).
A esas alturas ya no estoy seca. Será porque al leerlas me
divierto…y eso me calma.
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